No se trata de un teléfono descompuesto. Quizás sea que las comunicaciones son tan lentas como paso de tortuga. Lo cierto es que cada previa de un entrenamiento de Atlético tiene un título de suspenso. Colaboradores, jugadores y, por supuesto, la prensa, están atentos a un cambio de último momento, en lo que se refiere a sede y horarios.
Si bien el clima atentó contra el trabajo diario del grupo las últimas semanas, desde que salió el sol los interrogantes continúan flotando en el aire. El complejo, generalmente, es el búnker central. Le siguen el estadio Monumental y por último un galpón con canchas de fútbol cinco que también utiliza el plantel de San Martín.
Ayer, por caso, Juan Azconzábal y su troupe se reunieron en esas canchitas. Lo que suponía una sesión normal y sin restricciones, se transformó en una clausura total del laboratorio “decano”. “No se puede pasar”, informaron. Cero acceso y paciencia hasta que los jugadores concluyan sus tareas y acepten charlar en la vereda del lugar. Todo bien, es su derecho.
¿Qué se puede esconder detrás de un campo artificial y con espacios reducidos? El cuerpo técnico, claro, tiene la respuesta. El resto apela al silencio. Ejercicios de definición, presión en sectores cortos y mucha asfixia para con el rival de turno fueron algunos de los puntos que intentó mejorar ayer Atlético. Hoy, en cambio, si no hay alguna variante sobre la hora, el escenario donde habrá una primera prueba de fútbol 11 será el predio de Ojo de Agua.
Mientras tanto, el entrenador no dio indicios sobre la formación que utilizará el próximo domingo, a las 19, cuando reciba a Chacarita. Puede que Leandro González, Emanuel Molina, Rodrigo Mieres y Fernando Evangelista, por caso, recuperen su ubicación entre los que saldrán a lastimar al “funebrero” en el estadio Monumental.
Con tiempo y sin apremios, Atlético tiene margen para seguir probando, tanto en la cancha como cuando el cuerpo técnico decide cerrar las puertas y probar nuevas fórmulas en sus laboratorios.